Según la Organización Mundial de la Salud, el envejecimiento activo es el “proceso mediante el cual se optimizan las oportunidades de bienestar físico, social y mental, con el objetivo de ampliar la esperanza de vida saludable, la productividad y la calidad de vida en la vejez”.
Estudios señalan que las personas adultas mayores experimentan una serie de cambios biológicos, psicológicos y sociales. Entender estos cambios es vital para la comprensión de la declinación de su capacidad funcional y la disminución de la resistencia al estrés y a las enfermedades. El ejercicio viene a ser una maravillosa herramienta de prevención en ese sentido.
“Aproximadamente el 60% de los adultos no hace ejercicio de forma regular y el 30% es totalmente sedentario. El nivel de actividad física desciende con la edad. Esto es especialmente significativo después de los 65 años. Más de la mitad de este grupo de población no tiene un plan establecido para iniciar un programa de ejercicios”, afirma el doctor Pedro Gil, presidente de la Sociedad Española de Geriatría y Gerontología.
Diversas investigaciones demuestran que la práctica de ejercicio físico regular, a través de la inclusión de programas enfocados y adaptados a personas mayores, dirigidos o supervisados por especialistas del ámbito de la actividad física y respaldados por instituciones públicas, se traduce en la mejor terapia biopsicosocial.